Los emprendedores de hoy, muchos de ellos egresados de la Universidad de Granada, están creando las empresas del futuro de Granada.
Firmas que hoy no existen o que son un proyecto mínimo protagonizado por dos personas encerradas en un pequeño cubículo dentro de un vivero de empresas, serán mañana empresas líderes en sus mercados, facturarán cientos de millones de euros y triunfarán en los mercados internacionales desde Granada.
Pero ¿cómo serán esas empresas? La rápida evolución de las tecnologías de la información, los avances ligados a la biosanidad y a la ingeniería genética, el mismo cambio acelerado de las dinámicas sociales, hace difícil acertar predicciones (por ejemplo: hay mucha más diferencia entre la manera en la que ha cambiado el consumo de información en los últimos 20 años que lo que cambió entre mediados del siglo XV, cuando se inventó la imprenta, y la última década del siglo XX). Pero, al menos podemos intentar subrayar algunas de las características que parece evidente que tendrán las nuevas empresas (y los nuevos trabajos).
Tendrán un núcleo tecnológico. ¿Pero, qué habrá que no lo tenga? Fabriquen objetos, ofrezcan servicios, tengan públicos masivos o se dirijan a audiencias minoritarias, las nuevas empresas están siendo ya construidas alrededor de las tecnologías de la información. En los próximos años ese protagonismo será mayor a medida que mejoren los algoritmos de análisis de información. Las tecnologías no sólo permitirán fabricar o producir, más rápido y más barato, sino que realizarán la mayor parte de los procesos que llevarán a la toma de decisiones empresariales esenciales –si no es que ejecutarán esas propias decisiones-.
Serán menos ‘intensivas’ en empleo. Es una consecuencia de la característica anterior. El caso paradigmático es la robótica – que genera debates tan interesantes sobre si las empresas deben o no pagar impuestos por los robots que empleen— cuyo grado de desarrollo puede considerarse casi incipiente y que augura un futuro poco esperanzador para los humanos en los procesos fabriles. Sin embargo, el predominio de las máquinas y de aparatos dotados de inteligencias más o menos avanzadas, alcanza a todos los sectores: hay medios de comunicación que han empezado a ensayar con redactores no humanos, los grandes almacenes de logística se organizan ya mediante lógicas no humanas y los vehículos autónomos llegarán más pronto que tarde a nuestras carreteras para llevarnos de un sitio para otro.
Como consecuencia de ello, el empleo será distinto: estructuras labores muy reducidas, contratos por proyectos y primacía a las habilidades personales y a la creatividad (que, por ahora, no está al alcance de las máquinas… o no al mismo nivel que para nosotros).
Estarán basadas en el conocimiento. La revolución tecnológica generó un nuevo factor de producción: el conocimiento, que compite en valor con el de las materias primas, la energía o la mano de obra. El conocimiento supera a los otros factores de producción porque es el que permite multiplicar su valor: obtener el doble, el triple o n veces el valor que en el pasado tenía o producía una unidad de materia prima o de energía es precisamente aquello que logra el conocimiento.
Serán cambiantes Al estar basadas en el conocimiento, las empresas serán innovadoras. Y por ello serán también cambiantes. Pero serán cambiantes no solo en el sentido de hacer las cosas de manera diferente para abaratar costes, lanzar productos o servicios nuevos o ser más productivas.
Lo serán en sentidos aún más extremos. La fórmula de la Lean Start Up, tan extendida en el mundo de las tecnológicas, invita a las empresas a adaptar la filosofía de los productos beta: lanzar prototipos para ser analizados por los clientes para modificar los productos que vuelven a ser analizados por los clientes que vuelven a modificarlos, en un proceso casi sin fin.
Ello produce otro proceso curioso para el que antes hacían falta décadas o incluso siglos: empresas que empiezan enfocándose en una dirección terminan tomando otra a los pocos años, si no meses, de su creación.
Serán cooperativas. Como nunca antes en la edad moderna, la generación milennial ha entendido la sociedad como un marco colaborativo que produce una especie de inteligencia colectiva. Eso no quiere decir que no exista la competencia entre empresas, ni que vayan a desaparecer las patentes: pero los nuevos empresarios, criados en la filosofía del copyleft, los creative commons o las redes p2p de compartición, van a analizar sus empresas desde ópticas diferentes, en las que la cooperación formará parte de su ADN.
Hasta aquí, un pequeño esbozo, a vuela pluma, de cómo pueden ser las empresas del futuro inmediato. De cumplirse estas características, incluso sólo algunas de ellas, lo cierto es que nos encontraríamos ante un mundo empresarial-social-laboral muy distinto al actual.
Y ello nos introduce de lleno en otra serie de reflexiones que me gustaría abordar en una futura entrada de este blog ¿Cómo tienen que cambiar las administraciones y, en general las instituciones, para afrontar ese cambio? ¿Lo están haciendo?
Pero como digo, será en una futura ocasión.
