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Koshi Studio fue fundado en el 2019 en Lima, Perú, por un equipo multidisciplinario conformado por Thalía Rondón (diseñadora), Francesca Sabroso (psicóloga) y Slavia Salinas (ambientóloga), como una plataforma para reducir la brecha socioeconómica de las comunidades indígenas y artesanales a través de la co-creación de productos innovadores inspirados en las habilidades artísticas que conforman la herencia ancestral de estas mismas. (Web Koshi Studio)

Web Koshi Studio

“Para los que son emprendedores: es normal sentirse frustrado. Normalicemos la frustración, pues todo es un desafío. Pero creo que es importante conectar siempre con tus orígenes, el por qué empezaste y que eso te mantenga.” – Slavia Salinas

En esta entrevista, Slavia Salinas, Co-fundadora, nos explica las bases de Koshi Studio, su labora social y su enorme implicación en la conservación cultural de la amazonía de Perú, un trabajo que sin duda, debe ser reconocido por UGR Emprendedora debido al impacto social que deriva y el trayecto emprendedor alcanzado.

“Actualmente, en Perú hay una población muy grande de indígenas y casi el 70% de esta reciben como salario 2 dólares diarios.”

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¿Qué es y cómo nació Koshi Studio?

Koshi Studio es un emprendimiento social con el que buscamos la brecha socioeconómica de las comunidades indígenas a través de la cocreación de productos que estén inspirados en su herencia ancestral y cultura. Entonces lo que hacemos es permitir su entrada en el mercado, cosa que sus productos tradicionales (artesanías) no tienen. Por la situación particularmente vulnerable de estas comunidades, nace esta idea de una manera muy espontánea, y de hecho tuve la oportunidad de hacer unas prácticas de una comunidad indígena en Iquitos, amazonía de Perú. Conocí a una de las mujeres líderes y su arte me pareció alucinante, porque ellos ni siquiera lo ven como arte. Los diseños y su iconografía, parte de su cultura, es un modo de ver el mundo, su cosmovisión. La manera en que lo materializan es lo que nosotros conocemos como artesanía, pero para ellos nunca fueron piezas de arte o souvenir s para turistas, sino que eran empleados sobre telas o vasijas que tiene un uso útil y práctico en su dia a dia. 

Pero con la occidentalización y el colonialismo, muchos emigran a la ciudad ante la poca falta de seguridad en la amazonia, y ahora lo que quieren es poder tener acceso al mercado, para tener otras oportunidades, como en salud o educación. Las artesanías no les permiten salir de la situación de pobreza, por lo que conversando con Olinda nos dimos cuenta de que ese es el principal problema. Le pregunté si le serviría una plataforma que le proporcionara herramientas para entrar al mercado, por lo que es una transición que se le ha demandado a las comunidad indígenas de un día para otro y que no han logrado, por falta de educación intercultural sobre qué es el mundo occidental. Simplemente se ha impuesto y han sufrido muchos años de explotación, con las correspondientes consecuencias. Actualmente, en Perú hay una población muy grande de indígenas y casi el 70% de esta reciben como salario 2 dólares diarios.

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¿Quién hay detrás de él? ¿De dónde os viene ese espíritu emprendedor?

Somos tres cofundadoras: Thalia, diseñadora; Francesas, psicóloga, y yo, que estoy acabando el Grado de Ciencias Ambientales en la Universidad de Granada. En realidad el espíritu emprendedor vino tras intentar solventar esta problemática. No creo mucho en la filantropía como una vía sostenible para permitirles una mejora a estas comunidades. Hay muchas ONGs que trabajan con ellas pero, tras muchos años, creo que siguen en una situación bastante precaria. Cuando vi que el problema es de acceso al mercado, yo como ambientóloga no puedo ofrecerles feedback en diseño a las comunidades indígenas sobre sus artesanos, por eso contacté con estas dos chicas que son de mi promoción del colegio. Thalia tiene un vínculo emocional muy fuerte con el diseño, la conservación del patrimonio y se conmovió bastante al comprobar que el arte indígena se está dejando de lado, pues los indígenas no consideran que pueda ser una vía de fuente de ingresos, dejando de lado la creación de ese patrimonio, que acaba siendo enterrado. Simples herramientas que ella puede aportar, que pueden generar un impacto grande en las comunidades con las que trabajamos. Francesca también ha sido muy activa en voluntariados sociales (como las tres) y se preocupó sobre todo por el lado humano, para empoderar a esas comunidades. 

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¿A qué dificultades os habéis enfrentado en vuestra trayectoria emprendedora?

Como mencioné, somos una ambientóloga, una psicóloga y una diseñadora, entonces en temas de administrativo, de negocios, finanzas o ventas, cojeamos muchísimo. Hemos tenido que ir aprendiendo sobre la marcha, aunque nos siguen faltando manos. Cada una tiene un rol, por ejemplo, Thalia al mismo tiempo que es diseñadora, también ve la finanzas. Francesas es investigadora, pero también ve logística y proveedores. Yo que trabajo con las comunidades, veo temas de redes sociales, logística o ventas. Es una de las mayores dificultades: poder cubrir todo lo que es una empresa ya que un emprendimiento requiere un nivel multidisciplinar. 

Contadnos algunos de vuestros éxitos o puntos de inflexión.

Nosotros lo empezamos todo muy al “tun-tun”, lanzando nuestro primer producto sin estudiar realmente el mercado, sin conocer qué producto tenía más demanda. Se nos ocurrió durante la pandemia que necesitábamos algo urgente para poder generar ingresos a las comunidades, que estaban aún más estancadas por la falta de turistas, quienes representan el 70% de sus ventas. Pensamos en buscar un producto que pudiera satisfacer las necesidades de la cuarentena y que al mismo tiempo genere ingresos y con una producción que no fuese compleja. Diseñamos un libro para colorear, como los libros de mandalas, pero con iconografía Shipibo–Konibo. En ese momento no estábamos constituidas, trabajando solo por instagram donde publicamos una foto del libro para publicitarlo y… ¡es una de nuestras publicaciones con mayor alcance!. Empezaron a contactar con nosotras de distintos medios de comunicación, como periódicos muy importantes y reconocidos. 

Fue como explosivo, pues no hicimos mucho esfuerzo e hicimos sold-out el primer día. Aunque fuimos muy conservadoras, porque la primera edición fue de solo 300 libros y tuvimos que sacar más libros. Fue ahí cuando dimos el gran salto y decidimos formalizarnos. Sin ese producto, no estaríamos ahora donde estamos. Tuvimos un cúmulo que nos hizo escalar y posicionarnos, yendo más allá de la constitucionalización como empresa. 

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¿Cómo conocisteis a UGR Emprendedora?

Cursé una asignatura en segundo de carrera y la profesora hablaba mucho sobre UGR Emprendedora. Investigué un poco más para ver si había alguna forma de hacer el nexo. No lo pude hacer antes por la pandemia, pero teniendo el alcance que tenemos y con las redes sociales más formadas, queremos dar el salto a Europa y en UGR Emprendedora ofrecen mentores, necesitando nosotras un mentor en posicionamiento y ventas. Y es eso lo que hemos solicitado. 

¿Cuáles son vuestras previsiones de futuro para Koshi Studio?

De momento estamos trabajando con tres comunidades de Perú y nos gustaría trabajar con más comunidades a nivel de Latinoamérica e incluso global. También queremos entrar al mercado internacional. Aunque cada una, dentro del equipo, tiene sus inclinaciones. Por eso ahora estamos trabajando en fusionar estas inclinaciones para dejar el camino más claro. Pero esas son nuestras dos metas más importantes. 

Algún mensaje motivador para los emprendedores que nos leen.

Para los que son emprendedores: es normal sentirse frustrado. Normalicemos la frustración, pues todo es un desafío. Pero creo que es importante conectar siempre con tus orígenes, el por qué empezaste y que eso te mantenga. Al menos, eso es lo que nos mantiene a nosotras, siguiendo ancladas en nuestro propósito inicial y no importando los conflictos que puedan venir. Para los que no son emprendedores, que cojan esas ideas que tengan en la cabeza y las pongan en marcha. Yo esta idea la tenía flotando y nació de una manera espontánea. Y en equipo, porque solo es complicado. En realidad nosotras no somos sólo tres, sino que tenemos un equipo de unos 20 voluntarios detrás y una red de expertos que nos asesoran y sin ellos no seriamos nada. Nuestros padres y amigos también forman parte del equipo. Al final somos una esponja que absorbe recomendaciones y experiencias de gente, que nos ha enriquecido muchísimo.

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